Este 28 de noviembre, a los 93 años de edad, falleció Silvia Pinal, figura icónica de la Época de Oro del Cine Mexicano y todo un mito del espectáculo internacional.
Luis Miguel Romero
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A Silvia Pinal se le suele considerar una Diva del espectáculo. Si se analiza su trayectoria de más de siete décadas en el espectáculo y lo completa que fue al abarcar prácticamente todos los géneros del mismo, por supuesto que tendría sentido considerarla dentro de esta categoría de estrellas femeninas del celuloide.
Pero si analizamos detenidamente el sentido estricto de una Diva cinematográfica, nos encontramos que a esta categoría pertenecen en nuestro país María Félix y Dolores del Río. A Silvia Pinal este mote le queda corto, la limita. Ni Félix, ni del Río (con el respeto y reconocimiento a sus trayectorias), tuvieron una carrera tan completa, ni tan extensa, ni tan versátil como la que tuvo Silvia. Silvia es más bien una superestrella, quizá una de las más grandes que han existido en América Latina. Partiendo de este punto, este espacio está dedicado a honrar la vida y obra de esta figura mítica del mundo del espectáculo.
Silvia Pinal Hidalgo nació el 12 de septiembre de 1931 en Guaymas, Sonora, México. Única hija de María Luisa Hidalgo y de Moisés Pasquel. No conoció a su padre sino hasta su infancia tardía. Fue criada y reconocida como hija por el periodista y político Luis G. Pinal, quién contrajo matrimonio con su madre. Debido a la labor periodística y política de su padre, Silvia pasó su infancia en varios estados de México. Siempre se sintió atraída por el mundo del espectáculo. Siendo una adolescente, comenzó a estudiar bel canto. No tuvo suerte en esta empresa, de modo que, por recomendación de un profesor, decidió estudiar actuación en Bellas Artes. Llegó a ser alumna de connotadas figuras como Salvador Novo, Carlos Pellicer o Xavier Villaurrutia.
Sus inicios formales en el medio del espectáculo ocurren en la radio. Comenzó participando en programas radiofónicos con la XEQ mientras trabajaba en unos laboratorios farmacéuticos. De allí brincó al teatro, donde conoció al actor y director Rafael Banquells. En breve, Banquells se convierte en su primer esposo y en su mentor. Ambos trabajaron en varias obras en el Teatro Ideal, en la compañía teatral de la actriz Isabelita Blanch. En una obra, Silvia es descubierta por el cineasta Miguel Contreras Torres, quién la invita a realizar un pequeño rol en la película “Bamba” (1949). Allí inicia el mito cinematográfico de Silvia Pinal.
Silvia trabajó arduamente durante varios años para conseguir el anhelado estrellato cinematográfico. A pesar de trabajar con ídolos del cine como “Cantinflas”, “Tin Tán” o Pedro Infante, e incluso de haber obtenido el Premio Ariel por Coactuación femenina en 1952, su consagración como primera figura ocurre en 1954 gracias a la cinta “Un extraño en la escalera”, del cineasta Tulio Demicheli. Demicheli se convierte en su director de cabecera durante varios años. Gracias a su trabajo con él, Silvia consigue cruzar el Atlántico y trabajar en España e Italia.
Eso sí, su trabajo en el teatro nunca cesó. En 1958, Silvia fue la responsable de protagonizar la primera producción masiva de teatro musical en México: “Ring, ring, llama el amor”. También incursiona en la aún incipiente televisión mexicana.
La gran musa de Buñuel
En 1960, Silvia conquista un anhelado deseo: trabajar a las órdenes del mítico cineasta Luis Buñuel. Para que esta legendaria asociación cinematográfica fuera posible, Silvia contó con el apoyo de su segundo marido, el empresario y productor Gustavo Alatriste. La asociación Pinal-Buñuel-Alatriste, da como resultado tres piezas cumbre de la cinematografía mundial: “Viridiana” (1961), “El ángel exterminador” (1962) y “Simón del desierto” (1964). “Viridiana” logró obtener la Palma de Oro del Festival de Cannes. Silvia poseía este premio en su casa (el único que existe en Latinoamérica). Y es que ella jugó un papel crucial en que la película pudiese ser exhibida, luego de que la censura del gobierno franquista español y el propio Vaticano ordenaran su destrucción. Silvia salió de España trayendo oculta una copia de la película a México.
Estrella omnipresente en todas las ramas del espectáculo
Ya para los 1960s, Silvia ya se había posicionado como primera figura del cine a nivel mundial. En esta etapa conquista un nuevo triunfo en su carrera: la televisión, que ya se había convertido en el medio más importante en México. Entre 1968 y 1972, Silvia co-estelarizó el show de variedades “Silvia y Enrique”, compartiendo escena con su tercer marido, el cantante Enrique Guzmán, y que fue producido por la cadena Televisa. Allí Silvia confirmó su estatus de super vedette al cantar, actuar, bailar y hasta producir el show.
Silvia continuó trabajando en cine y televisión al llegar la década de los 1970s, pero en esta época, su faceta como actriz de teatro y productora se intensifica. De esta década se desprende su memorable actuación en el musical “Mame” (1971), el cual representó en varias ocasiones. También montó un espectáculo de cabaret (acto muy arriesgado para cualquier actriz) y hasta realiza su primer y único desnudo integral en la cinta “Divinas palabras” (1977).
En los años 1980s, Silvia coloca tres joyas más a la corona de su vasta carrera. Entre 1981 y 1987 interviene por primera vez en la política, al convertirse en Primera Dama del estado de Tlaxcala, tras su matrimonio con el político Tulio Hernández. En 1985, crea el programa unitario de ayuda social “Mujer, casos de la vida real”, que marcó un hito en la televisión mexicana y realizó importante labor social. En 1988, inauguró su propio recinto teatral. El primer Teatro Silvia Pinal, es recordado como uno de los espacios teatrales más exitosos en México durante su existencia de una década.
En la década de los 1990s, Silvia tuvo importantes cargos políticos en México. Fue diputada, senadora y asambleísta de la Ciudad de México. En el ejercicio de sus cargos, participó en leyes en favor del espectáculo, las mujeres y la ecología.
Silvia prácticamente nunca dejó de trabajar. Todavía en los 1990s, 2000s y 2010s, realizó actuaciones en el cine. Su último proyecto teatral de larga duración lo realizó en 2013. También participó en algunas telenovelas en los 2010s.
En el mundo del arte, la Pinal también se hizo presente como modelo y musa de los pinceles de artistas como Diego Rivera, Oswaldo Guayasamín, el General Beteta Quintana y Sylvia Pardo.
En 2019, la cadena Televisa emitió una miniserie biográfica en su honor. Este reconocimiento se suma a muchos otros que Silvia cosechó a lo largo de su carrera. Fue ganadora de cuatro Premios Ariel (entre ellos el Ariel de Oro), posee una estatua en la Ciudad de México; formó parte de la Órden de Isabel La Católica (uno de los reconocimientos culturales más importantes de España) y hasta fue parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood (aunque sólo filmó una película en los Estados Unidos). En 2022, el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, organizó un homenaje nacional en su honor.
Quizá el legado más valioso que Silvia ha dejado en el mundo, es su propia descendencia. Su hija mayor, Sylvia Pasquel, es una de las actrices más destacadas de su generación; su hija menor, Alejandra Guzmán, tiene tras de sí una importante trayectoria en el mundo de la música de Habla Hispana. Su segunda hija, Viridiana Alatriste, dejó puntuales pero destacados trabajos como actriz de cine, teatro y televisión antes de su deceso, ocurrido en un accidente automovilístico en 1982. Su nieta Stephanie Salas y su bisnieta Camila Valero, han seguido también sus pasos como actriz.
Adiós a una gran estrella
Silvia Pinal falleció el 28 de noviembre de 2024, a los 93 años de edad, por causas naturales. La legendaria actriz había manifestado problemas renales y respiratorios que la mantuvieron bajo vigilancia médica desde unos días antes de su partida.
Como ya se mencionó en las primeras líneas, el mote de Diva le quedó pequeño a Silvia Pinal. Silvia Pinal fue una superestrella del mundo del entretenimiento internacional, una mujer con un amor incuestionable por los escenarios. En ningún momento permitió que la edad fuera un impedimento para seguir trabajando. Contrario a otras de las llamadas Divas, Silvia se despojó de la vanidad y el glamour y permaneció vigente en los reflectores con más de nueve décadas de vida. Al talento innegable de Silvia, se le sumó su prodigiosa belleza, su inteligencia y habilidad como empresaria. Pero sobre todo ese innegable carisma que fue la marca más característica de su impresionante trayectoria, una de las más largas y virtuosas del espectáculo mundial.