Acabamos de celebrar el día de salir del closet y es que para cualquier persona que lo haya hecho o esté pensando en hacerlo, sabrá que no es poca cosa. Te juegas mucho y por supuesto, hay riesgos allá afuera que haríamos mal en negar, por eso siempre recomiendo pensar estratégicamente y hacerlo de la manera más inteligente hasta donde se pueda. Por supuesto que el resultado no está enteramente en nuestras manos, ya que siempre hay otra parte involucrada y no tenemos ningún control sobre su reacción, por buena que sea nuestra estrategia.
La vida nos puso en una situación especial y nos da la oportunidad de volvernos mejores personas al vencer este gran reto. Me preguntaron el otro día que “¿Qué le diría a una persona trans que todavía está en el closet?”. Primero, que puedo entender por qué le es tan difícil salir del closet, no minimizo su sentimiento. Sin embargo, una vida desde el miedo es algo muy complicado de sobrellevar y eventualmente esa presión interna se vuelve insoportable. Vale la pena considerar un par de cosas al poner en la balanza el salir del closet. Mi consejo, por cierto, siempre será: a menos que estés en una situación en que corras peligro, sal del closet. Sé tú a pesar de la adversidad y no te prives de vivir de acuerdo a tu orientación sexual e identidad de género.
Cuando hacemos los cálculos de los pros y contras, es fácil ver los problemas que podemos enfrentar, como el rechazo de nuestros seres queridos, que no es poca cosa. Pero hay un costo que a veces pasamos por alto: ¿Qué te va a costar vivir la vida desde la falsedad de un personaje? Pretender que eres el género que no eres y que te causa una disforia espantosa, o tener parejas que realmente no te atraen, solo por el qué dirán. ¿Qué le hace eso a tu alma? ¿cuál es el costo de dejar pasar una vida, anteponiendo a los demás? En mi caso dejé pasar mucho tiempo, por no entender, y según yo por proteger a mi familia de que supieran. Nunca me lo agradecieron.
Es una tontería y no nos ayudamos nada si seguimos protegiendo a las personas que discriminan, a las personas fóbicas, a las personas religiosas, etc. Sus creencias son su problema; si a alguien le ofende que seas trans o lo que seas, es problema de esa persona. No eres tú quién tiene que ceder y aislarse para que las “pobrecitas personas fóbicas” no se ofendan. Yo fui bulleada por mi propia familia al salir del closet y todavía les tuve todas las consideraciones, hasta que me di cuenta de mi error. Me vestía en mi cuarto a puerta cerrada para que no se ofendieran, cuando la ofendida debía ser yo. ¿Saben qué pasó cuando yo salí vestida? Ellos se metieron a sus cuartos: ¡Gran lección! Si en nuestra lucha dejamos salir a ese ser hermoso que somos y con eso logramos que las personas que discriminan se vayan a sus casas, habremos logrado mucho y reestablecido el orden del universo.
Hay que saber ver más allá: si alguien te pide que no seas tú para proteger a una “pobrecita persona prejuiciosa” no lo hagas; en mis cursos de negociación eso se llamaba “papa caliente”, que es cuando una persona te quiere pasar SU problema. Explícale tranquilamente que ese es su problema, no el tuyo, y que le convendría educarse al respecto y no seguir haciendo el ridículo de discriminar a alguien. ¡La discriminación simplemente no va! No aceptes papas calientes: cuando una persona te quiera pasar al costo sus carencias de carácter o inteligencia, educada pero firmemente regrésales la papa caliente con una sonrisa en la cara, y que le hagan como quieran.
Al universo le gusta el valor y lo premia, aunque a veces se tarde. Problemas por salir del closet si los vas a tener, tristemente, pero la satisfacción de no haber cedido ante el miedo créeme, te pone en otro nivel de evolución y es mil veces más sano…
Si quieres acompañamiento para personas trans, familias y especialistas puedes contactar a Juliette Greenham a través de este correo: alasdeviento1@gmail.com