Inicio ¡Wow! Subiendo 8 Everests, una historia de superación trans Parte 5

Subiendo 8 Everests, una historia de superación trans Parte 5

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“Sé estratégica” me aconsejó mi doctor, “Si tiembla en tu casa que no tiemble en tu trabajo, ve administrando en donde sueltas la bomba”. En una transición lo puedes administrar hasta cierto punto, pero inevitablemente llega el momento en que se nota. Tú crees que puedes calcular las reacciones: “trabajo en una empresa moderna, mi familia tiene mucho mundo, lo van a entender”. Temo decirles que no. La reacción en ambos fue “vete”. Fui traicionada, insultada, despojada. Estaba por subir 8 Everests sola.

La buena noticia, es que ya estaba siendo auténtica. Y así, como en Inglaterra, hice click con alguien y empezamos a salir. Era ahora o nunca, y con mi liquidación, aparté mi operación mayor con el doctor más reconocido en el mundo y me fui sola a Tailandia. Aborrecí la experiencia, pero estaba motivada por llegar a hacer mi nueva vida. Un mes después, llegó un esqueleto con 10 kilos menos y terribles rebotes por toda la morfina y los opiáceos. Un día en el super, sentí que me iba a morir, no podía respirar. ¡Tanto para irme a morir en el super!

La nueva vida fue un cambio radical, porque empecé a andar con esta persona y decidimos cambiarnos de ciudad, alejándonos del monstruo del DF. Pondríamos un negocio, yo me recuperaría de las cirugías y ya veríamos. Pasamos momentos maravillosos durante 4 años; recuérdese que no era una relación más, sino la única en toda una vida, así que para mí llegó a significar poco menos que todo. Pero no estaba destinado a ser. Me pintaron el cuerno, y sin ninguna posibilidad de luchar por la relación, esta persona le tiró una bomba atómica encima, de manera que no hubiera camino de regreso.

Yo había estado buscando sin suerte regresar al mundo corporativo, a fin de cuentas, el negocio se había puesto para cumplir el sueño de ella, no el mío. Resulta, que el grado de discriminación en las empresas, pero especialmente tratándose de un nivel alto, es atroz. Ninguna empresa quiere que una persona trans tenga tanta visibilidad con clientes, proveedores, empleados, bancos, auditores, autoridades y calificadoras como en mi trabajo anterior. ¿Pedir un puesto más bajo? No me hacía gracia ni era justo, era mandar el mensaje equivocado de “ahora valgo menos”, pero lo intenté para tener qué comer. No sirvió, estoy sobre calificada, nadie me lo quiso dar. Ahí estaba yo, totalmente sola, y al asomarme por la ventana para ver a mi pareja irse sin poderlo creer, pasó por mi mente lo peor. Vivir no era siquiera viable.

Ahí mismo tomé una decisión. Yo me sentí morir, pero resulta que me encanta la vida. Simplemente decidí vivir a como diera lugar. Me levanté y cada paso dolía, pero lo importante era ponerme en movimiento. Destrozada, fui a limpiar la cocina, después a regar el jardín. No era mucho, pero era todo, porque significaba que estaba luchando. Tomando mi café y sintiendo que mil puñales se me enterraban, sin entender ni qué había pasado, recordé la canción de CriCri que me hacía llorar de niña: La muñeca fea. “Escondida por los rincones, temerosa que alguien la vea, platicaba con los ratones, la pobre muñeca fea”. Me retumbaban las palabras de alguien muy querida para mi llamándome “caricatura de mujer”. “Tus amigos no son los del mundo porque te olvidaron en este rincón”. Profética canción. Desde ese momento comprendí, que estaba luchando por mi vida…

Aquí puedes leer la primera parte de esta increíble historia