Por Sexcándala y Guz Guevara
Hablar de discapacidad y sexualidad en una misma oración pareciera algo imposible; conceptos e ideas que no deberían de mezclarse. Pero como en Sexcándala nos encanta navegar contra corriente, hoy vamos a hacerlo.
Pareciera que se trata de conceptos incompatibles. De algo que hasta miedito nos da hablar. Y es que, durante siglos, las personas que vivimos con alguna discapacidad hemos sido concebidas y encasilladas como seres no sexuados, carentes de libido, imposibles de resultar deseadas e incapaces de recibir y proporcionar placer. Se nos ha negado reconocer, ejercer y disfrutar de nuestra sexualidad.
En efecto, como sociedad hemos infantilizado, “sobreprotegido” y construido una visión asistencialista que obstaculiza la experiencia sexual de las personas que viven con alguna discapacidad.
Resulta incluso imposible, para el imaginario colectivo, que además de desear y experimentar, existan personas con discapacidad que se atrevan a desafiar a la heteronorma.
Qué absurdo, ¿no? Tener que seguir diciendo, en pleno siglo XXI: “¡Hey! Aquí estamos, existimos. Existimos personas con discapacidad que formamos parte de la diversidad sexual, como cualquier otra. Sí, hay personas con discapacidad que son gais, lesbianas, bisexuales, transexuales, drags, pansexuales y hasta no binarias.
Apenas el 13 de diciembre de 2006, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la “Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad”, la cual fue ratificada por México. Y no fue hasta el 30 de mayo de 2011 que fue publicada la “Ley General para la Inclusión de las Personas con Discapacidad” en el Diario Oficial de la Federación.
Y es que, por extraordinario que parezca, apenas hace 10 años las personas con discapacidad fueron reconocidas y consideradas ante las leyes en nuestro país. Y, como sabemos, legislar es importante pero no suficiente. La invisibilización de estas personas continúa siendo una realidad.
Parece mentira que en un país donde actualmente se estima que viven alrededor de 20 millones de personas con discapacidad o limitación en su movilidad, aún son pocos los referentes y las personas que abordan con libertad, preparación, seriedad y compromiso la sexualidad de personas con discapacidad.
Y es que resulta inverosímil que siga considerándose un tabú mi reconocimiento como persona sexuada. Esto se debe, de hecho, a algo llamado “capacitismo”. Se trata de un concepto que denota una actitud o discurso que devalúa la discapacidad frente a la valoración positiva de la llamada “integridad corporal”, que no es otra cosa que esta construcción de “normalidad” como condición esencial humana.
Este concepto, el de capacitismo, no es otra cosa que un prejuicio que coloca como inferiores a aquellas personas que viven con discapacidad por debajo de las que no, hablando de la funcionalidad y normatividad de sus cuerpos y las supuestas capacidades mínimas que deberían de cumplir.
Por eso, como siempre lo hemos dicho en Sexcándala, tenemos que entender ya la importancia que, como parte de la comunidad LGBTTTIQA+, llevemos nuestras luchas con un enfoque de interseccionalidad.
Urge que veamos más allá de nuestras realidades y que impulsemos a todas aquellas personas que, por diferentes características, circunstancias o condiciones, son el doble o tripe de violentadas, vulneradas y discriminadas. No se vale.
Las personas con discapacidad no heterosexuales, no binaras y no cisgénero; somos una realidad latente. Existen pocos estudios que generan una estadística que nos validen, pero somos cada vez más las voces que estamos emergiendo, evidenciando la omisión y defendiendo nuestra dignidad. ¡Súmate a la lucha!