Filmes LGBT+ conmueven y se vislumbran como favoritos para ser galardonados durante la 79° edición del Festival de Venecia.
¡Mis cinétfilas! El Festival de Venecia se conmovió hace unos días ante el filme «Monica», la historia de una mujer trans en busca de perdón, aceptación, segundas oportunidades y derechos, con la que el italiano Andrea Pallaoro busca conquistar el León de Oro de esta edición.
«Mónica es una mujer que perdona, una heroína moderna que consigue rendir cuentas con los traumas y las heridas de su pasado», resumió en la rueda de prensa el director Andrea Pallaoro.
La cinta, protagonizada por la actriz estadounidense Trace Lysette, es la segunda parte de una trilogía sobre el abandono y el rechazo que Pallaoro inició con Hannah (2017), que supuso la Copa Volpi a mejor actriz a Charlotte Rampling en el certamen veneciano.
Rodada en un formato cuadrado para priorizar el personaje sobre el contexto, se trata de un retrato íntimo de una mujer trans de Estados Unidos que regresa a la casa que la rechazó para cuidar ahora de su madre enferma, interpretada por Patricia Clarkson.
Su llegada al que en un momento fue su hogar y el reencuentro con sus familiares, también heridos por sus propias circunstancias, la empuja a emprender un camino por su propio dolor y temores.
«Es raro encontrar un guión centrado en un personaje trans. En la película todo se ve desde su lente, es su mundo (…) Normalmente los personajes transexuales son un vehículo para contar la historia de otro y este es para contar la suya», agradeció Trace Lysette.
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Además de «Monica», el colombiano Theo Montoya también estrenó su primer largometraje, «ANHELL69«, una historia oscura, «trans, sin límites o géneros» que disecciona los anhelos de su propia generación, mientras un carro fúnebre recorre las calles de su Medellín natal y los refugios de su mundo LGBT+.
«La película es muy personal, habla de mi universo, habla de mis amigos y quería que a través de ellos se entendiera algo que está pasando en mi ciudad, en Colombia y creo que en muchas partes del mundo», explicó el joven realizador.
Se trata de una obra experimental en la que cabe todo, que evoca noches eternas de drogas y música electrónica en los bajos fondos de una Medellín existencialista, una «ciudad fantasma» a veces dura y conservadora, pero también joven, transgresora y violenta.
«Más que una película es una canción, un mix, porque antes de empezar a hacer cine siempre me interesó la música electrónica y quería ser DJ», asegura el cineasta.
Aunque también es un homenaje a los nombres que le inspiraron, como Víctor Gaviria, Carlos Mayolo y Luis Ospina, Harmony Korine, Abbas Kiarostami, Jean-Luc Godard y hasta hacia Pedro Almodóvar.