Es una pregunta muy dura que me tuve que hacer al transicionar. Sabía que, para hacer mi transición, tenía que estar preparada para lo que viniera, o tristemente, para lo que se fuera. Siempre escribo con objetividad, sin endulzar nada, ya que no te estaría haciendo ningún favor diciéndote que todo será fácil. Pero con esa misma objetividad, te puedo decir que incluso ante la más tremenda adversidad, dejar pasar la vida en el engaño, viviendo como una persona que no eres y negando tu propia naturaleza, te saldría más caro emocional y evolutivamente.
Es un tema delicado, ya que hay personas que les ha costado la vida transicionar y personas que, aunque seguimos aquí, nos ha costado todo lo demás. Es bien importante mencionarlo: no escribo desde el privilegio, yo misma estoy luchando en muchas trincheras por hacer viable mi vida. Desde ahí, hago este ejercicio obligado de preguntarme si volvería a transicionar. A ver: Aunque jamás fui privilegiada, yo viví lo que un hombre hetero, con buena posición -ganada con esfuerzo- acostumbra a vivir: Una vida tranquila, cómoda, sin carencias materiales, pero con todas las carencias sentimentales y de realización personal. Todavía hoy, hay gente tonta que sugiere que “yo me busqué esta adversidad”. ¿En qué universo la opción cobarde es opción? ¡No en el mío!
Una persona hasta dio a entender que yo no tenía trabajo por no echarle ganas. ¡Esa miopía que te da el privilegio es gruesa! Por eso le doy mi reconocimiento a todas las personas que entienden, aún desde el privilegio, que las oportunidades no son iguales para todes. Asusta esa normalización de la discriminación, de la violencia y de proteger al que discrimina y agrede: “¿Para qué transicionas si sabías que te iban a discriminar?”. Si pudiera resumir lo que la sociedad le desea a una persona trans, es “que no exista”, y mira que hacen mucho esfuerzo por que así sea. ¡Tanto odio por alguien que ni siquiera juega un papel en sus vidas! Si me acerco a pedir un trabajo es solo eso, no les afecta, mi vida es rollo mío. Pero negándome el trabajo, saben que están más cerca de borrarme del mapa.
El otro día me entrevistaron en Nosotrans y Natalia Lane dijo algo muy bonito: “Las personas trans somos la metáfora de lo posible” Uf, ¡Qué frase! Contra todo, haciendo añicos “La Matrix”, liberándose de todos los dogmas podridos bajo los que muchas personas se resignan a funcionar; si, se resignan, agachando la cabecita de manera servil. ¿Pero que creen? Que además lo hacemos posible sin perjudicar a nadie, sin romper ninguna ley de la naturaleza, ya que la diversidad es una ley natural. Esa biología que malentienden y utilizan como argumento en nuestra contra, diciendo que “solo hay dos géneros”, es una estupidez. Además de que ya está comprobado en estudios científicos que los cerebros trans no concuerdan con la genitalia de nacimiento, los géneros se mueven en un espectro. Te pongo el ejemplo del frio y el calor: no son diferentes, son simplemente grados de la misma cosa llamada temperatura. Todes tenemos una combinación única del principio femenino y masculino, en diferente grado. Estamos en frecuencias vibracionales diferentes, eso es todo. Las personas transodiantes deben quererse muy poquito para igualar su identidad con lo que tienen entre las piernas; en todo caso, nosotres nos identificamos más con lo que tenemos dentro del cráneo, que está unos peldaños evolutivos más arriba.
He aprendido a salir adelante en situaciones impensables, me he conocido, experimentado, crecido en conciencia. Valiente, he logrado estar bien, aun cuando mi entorno me agrede, ante la carencia, ante la pérdida, buscando las lecciones que esta encarnación tiene para mí, y limpiando toneladas de Karma para el futuro. No hay transición sin superación, ya que te obliga a sacar lo mejor de tu inteligencia, de tu valor, de tu fuerza. Sí, esta prueba me tocó vivir, y sí, ¡lo volvería a hacer!
Aquí puedes escuchar la participación de Juliette Greenham en Nosotrans: