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Tres cuerpos en una cama – Jordi Tello

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Texto de Jordi Tello

El verano dejó tres cuerpos tumbados sobre una cama. Se habían conocido en una fiesta. Uno de ellos, el que había ido solo, iba a coger una cerveza del cubo cuando el más alto de los dos justo iba a hacer lo mismo. A las iniciales risas tímidas, les siguió el “cógela tú. No, tú” que acabó con una proposición pícara por parte de uno de ellos. “La compartimos a medias y listos, pero tenemos que dejarle una parte a él”, dijo el más alto haciendo un gesto con la cabeza y señalando a su pareja que había visto la escena desde una esquina.

La conversación fue escasa, las miradas eran rápidas y el taxi les llevó a una casa a las afueras de la ciudad. Las vistas desde la habitación que les vio desnudarse eran impresionantes, pero ellos estaban más por la valor de mirar con deteniendo los cuerpos que el paisaje.

Las manos se movían locas de un cuerpo a otro. Las bocas se alternaban de unos labios a otros, de un cuerpo a otro. Los dedos buscaba los sexos, las lenguas recorrían los cuerpos, los dientes mordían ahora un pezón, ahora un lóbulo. La habitación se llenó de gemidos mientras el resto de la ciudad, ajena a todo, dormía o intentaba dormir a pesar del calor.

A aquella noche le siguieron otras. Pero un día, sin saber cómo, uno de ellos pensó que sería buena idea ir los tres al cine, los tres de cena, los tres de viaje. La propuesta fue bien aceptada por el resto y el tercero, si es que alguno de ellos era el tercero, se sintió que el querían.

Mykonos, París, Los Ángeles… Al principio los viajes fueron espectaculares, las citas fueron espectaculares, el sexo fue espectacular. Se hacían regalos los tres, celebraban el día que se habían conocido los tres e incluso se cogían de la mano en ocasiones los tres. Mezclaron su ropa, su sexo y sus vidas, se hicieron hueco en sus armarios y en sus corazones. Lo mezclaron todo tan mezclado que un día, sin saber cómo, dos de ellos olvidaron quién era el tercero.

Las bocas que se buscaban las tres comenzaron a buscarse solos dos, las manos buscaban solo una mano, los mensajes de WhatsApp dejaron de llegar en el grupo para dirigirse de uno a otro. El deseo del verano dio paso al amor del inverno.

Un día, en una cafetería, cuando estaba tomando un café, les vi entrar por la puerta. Su mesa estaba cercana a la mía, así que se acercaron, me saludaron, me besaron, sonreímos, hablamos de cosas banales y yo, por delicadeza, no pregunté por el tercero. Por aquel tercero que, al contrario que con la primera cerveza que compartieron, al final si se quedó sin parte.

Dicen que el verano dejó tres cuerpos tumbados sobre una cama. El invierno se encargó de borrar uno de ellos.