Inicio Uncategorized Oswaldo Calderón: Retador del absoluto

Oswaldo Calderón: Retador del absoluto

983

Oswaldo Calderón, icono del drag en México falleció el pasado 14 de febero del 2020.

El académico mexicano Dr. Antonio Marquet, siguió su trabajo muy de cerca. En Escándala le pedimos su autorización para retomar su texto sobre Oswaldo Calderón.

::::::

15 febrero, 2020
OSWALDO CALDERÓN: RETADOR DEL ABSOLUTO
¡Que tristeza por la muerte de un ser tan brillante y creativo! Es un desconsuelo que te convierte en un lavabo por el que se escapa el agua.

Él tan independiente e iconoclasta. Nadie como él con su insolente soberbia, con su incorrección y brutalidad. Con una ojetería espontánea e inagotable que fluía como cualquiera de los ríos contaminados de nuestro país: pestilente y purulenta. también con su ternura maternal y fidelidad a prueba de todo. Inteligencia sin par; instinto sin par que se traducía en su perrez dedicada a sus cachorros. Hoy en el sepelio, sus sobrinas lo lloraban desconsoladamente al punto que se encoge el alma. Nadie más las guiará ni cuidará con esa firmeza que solo da la experiencia y un talento fuera de lo trillado. El fue un roble que creció alto, alto, alto para dar sombra y cobijar a sus sobrinas y a su público. En esa sombra floreció un terreno de libertad donde todo era posible. En primer lugar, la libertad de decir las impropiedades que nacen de lo más hondo del alma, incluso las más vergonzantes mezquindades. Era un espacio donde se abordaba todo lo que el pudor y las buenas costumbres reprimen. Al carajo la decencia: En el escenario vampírico se bebía como cosaco, se bajaban los pantalones y por la boca salían las injurias más hirientes.

Generosa como solo ella. Ofrecía el veneno y el maná. Bebimos de las dos pócimas, de vida y de muerte, generosamente sin que nada aplacara nuestra sed inextinguible. Esa operación es la que daba la sensación de tener una coraza a prueba de todo. Habíamos sobrevivido a la letal picadura de la alacrana y teníamos el Maná.

Cuando lo conocí de cerca, estaba tan afectado por una gripa que pensé en el desencadenamiento inminente de las peores complicaciones: “¡Ay! ¡Esta no durará!” Me dije para mis adentros. Eso sucedió hace más de quince años en una obra cuyo nombre olvidé en el centro cultural el Foco, que antes llevaba otro nombre. Muchos episodios hospitalarios siguieron. Su carácter retador lo ejercía con el absoluto. Con la muerte misma a quien retaba de diversas formas y a menudo. Calderón ponía a prueba la resistencia de su cuerpo para demostrarle al destino que poco le importaban los riesgos y el sello de handle with care que imprimen en nuestro cuerpo: él no iba a dar un solo paso atrás ante nada ni nadie. Su enseñanza iba por “trátese con la mayor brutalidad” para que salga la casta, si es que la había.

En la segunda presentación de Dragas en rebeldía en el Bar Nicho, me señaló que faltaba ahora analizar el universo drag desde la perspectiva de los empresarios y RP’s. Es una buena idea que habrá que poner en práctica inmediatamente. Yo fracasé con dos de los empresarios de espectáculos drag a los que intenté entrevistar. Y es una pena: tengo la impresión de que los empresarios son celosos con su información. No quieren revelar nada de las intuiciones que los guían.

No publiqué en Dragas en rebeldía una entrevista que demoró en enviarme. Ya no pude incluirla en el libro. De hecho, nunca me remitió el texto que estaba terminado ni se la pedí, porque una vez dictaminado el material es imposible añadir algo. Espero que el texto se pueda recuperar de su disco duro; que no se pierda. Y ahora yo soy el que reivindica la coautoría: es de Oswaldo tanto como lo es mío que fui quien disparó la batería de preguntas.

Es de las personas que siempre echaré en falta como mi amiga Magda como Marina; como Jaime y Seve. Este mes se me han ido dos personas importantes en mi vida. Edgar Martín y Oswaldo Calderón ambos remodelaron mis hábitats. Edgar fue arquitecto de gran talento que diseñó un departamento en la calle de Londres en que fui intensamente feliz; donde en la edad madura realicé mis anhelos de juventud. Oswaldo rediseñó mi exploración sobre cultura gay. Conocerlo me cambió la vida y la perspectiva. Una cátedra tras otra dictaba con su actitud, con sus afirmaciones vehementes, intransigentes, impulsoras.

¿Cómo describir su pasión por el teatro? ¿Cómo describir su capacidad de goce? Ahora que me asomé a la ventana de su féretro vi a un hombre fuerte, entero, en paz. Vivió siempre como quiso. Hizo lo que quiso. Tenía mucho por delante pero el simplemente ya no quiso vivir. La obsesión por la muerte data de mucho tiempo atrás. Era cuestión de asistir a los espectáculos para escucharlo: una de sus fantasías era la de morir en un pasón. De allí su atasque. Porque siempre fue una mujer atascada en todo. Este gesto de comer a puños con feroz apetito define su actitud vital. Esa avidez la transmitió a la gente. A todos esos jóvenes que quieren una educación real que nada ni nadie da. No la da la escuela; no la da la sociedad. Una y otra son centros sometedores, esclavizantes. Hay que entrarle a todo a fondo. Hay que hacerlo con vigor, ciegamente. En el aquí y en el ahora. El mañana no existe. El pasado tampoco. Esa pasión por el presente, es justamente al que llego en esta última mirada que doy a Oswaldo Calderón en su féretro, sobre el cual puse una foto donde viste con lentejuela multicolor. El presente se apagó, querido Oswaldo Calderón. Nos queda el presente del duelo, de echarte en falta. El presente de tomar el relevo. El show debe continuar.