En su publicación «Chicas e instituciones», la activista LGBT+ Daria Serenko expone las expresiones femeninas oprimidas por el estado ruso.
Ahora, desde su estancia en Estados Unidos, presenta su libro «Chicas e instituciones», relato que se encarga de rescatar las vidas de mujeres invisibilizadas que han estado en la primera línea al servicio de Rusia.
Serenko fue testigo en carne propia de los mecanismos que la burocracia rusa utiliza a la hora de ejercer control sobre sus compatriotas, especialmente sobre las personas que trabajan en las entidades públicas.
En «Chicas e instituciones», mi Daria se encarga de representar a los cientos de mujeres que se encuentran en estado de invisibilidad y que no son escuchadas a pesar de las protestas y escándalos políticos. El libro se centra en aquellas mujeres que trabajan en los organismos culturales del estado ruso, al tiempo que dibuja un mundo particularmente tenebroso e impositivo.
La escritora presenta mujeres encargadas de preparar exposiciones, cuadrar presupuestos e inclusive falsificar las estadísticas de asistencia, ante la presión de los órganos estatales y sus objetivos a cumplir. La activista dibuja una realidad en la que se normaliza la desigualdad de sueldos, pero también a mujeres que se plantean qué será de su futuro, si deciden convertirse en madres.
Ella misma fue parte de esas “chicas” que ven mermada su libertad política y de pensamiento, las que esperan que suceda un apagón para confesar que han sido llamadas a declarar por su participación en alguna manifestación, afiliarse a un sindicato o simplemente haberse divorciado.
La autora plasma la vigilancia extrema que el estado ruso mantiene sobre quienes se atreven a alzar la voz; que vigila a las mujeres que se atreven a desafiar su poder o incluso a aquellas que dedican cada aliento a cumplir en su puesto de trabajo.