Leo Martínez realizó su transición durante su estancia en el penal de Santa Martha Acatitla
¡Hijes! Después de vivir 18 años privado de su libertad en el penal de Santa Martha Acatitla, y luchar contra diversas irregularidades del sistema penal mexicano, Leo Martínez fue liberado el pasado 02 de diciembre de 2021.
Corriente Alterna, en alianza con la Deutsche Welle Akademie, y Aristegui Noticias, publicaron la historia de Leo Martínez, hombre trans que, a los 18 años de edad, recibió una sentencia de 96 años de cárcel.
Antes de su transición, Leo quería estudiar ingeniería en sistemas computacionales. Presentó el examen al Instituto Politécnico Nacional en 2003 y le aceptaron. Sin embargo, nunca pudo estudiar esa carrera. Puesto que la mañana del 18 de junio de ese año, hombres vestidos de civil la detuvieron afuera de la casa de una amiga de la preparatoria. Dos semanas antes había cumplido los 18 años.
Le acusaron de haber participado en el robo de una camioneta de valores y en el homicidio de dos custodios del automóvil. Según la causa penal 114/2003, revisada por Corriente Alterna, en aquel entonces Érika (ahora Leo) se declaró culpable. Fue presentada ante el Ministerio Público con moretones y golpes en cara y cuerpo causados por una “caída” que sufrió al intentar fugarse, según la versión de los agentes que la detuvieron.
“Después me llevaron a los separos y en los separos estaba Anaid”, su amiga, quien también fue detenida. “Yo no podía ni hablarle, tenía sentimiento. Me vio y lo primero que me dijo fue: ‘Perdóname, era mi mamá o eras tú’», recuerda leo.
Al siguiente día fue trasladada al Reclusorio Oriente. Casi un año después, en 2004, la cambiaron al Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla. Ahí recibió su sentencia: 96 años de prisión y 8 millones de pesos de indemnización.
En prisión, Leo estudió Derecho, aplicó lo aprendido en su defensa y consiguió reducir su condena a 30 años. Por buena conducta, tenía derecho a la preliberación al cumplir la mitad de su condena. Sin embargo, carecía de los 92 mil pesos que costaba el brazalete electrónico que un juez le impuso como medida de vigilancia.
A pesar de que tenía derecho a la libertad, Leo seguía privado de su libertad. El primero de diciembre, horas después de la publicación del reportaje, un juzgado federal dio un plazo de tres días para que la autoridad responsable explicara por qué no se le había otorgado el brazalete a Leo.
“Todavía estoy que no me la creo”, contó Leo vía telefónica. “Me dijeron que fuera al Jurídico y, ahí, me empieza a explicar el actuario del (Juzgado) Segundo de Ejecución (de Sanciones): ‘Vengo por ti, ya. Tienes 10 minutos, ya nos vamos’. Y corrí por mis cosas. Ya tenía la maleta más empacada que nada. Desde hace meses la tengo empacada”.
La historia de Leo, quien transicionó de género al interior del penal, es la historia de una batalla contra un aparato de justicia que olvida a los grupos históricamente discriminados: las mujeres, las personas que no pueden pagar un abogado, las poblaciones indígenas y las disidencias sexuales. Y es, también, la crónica de una victoria histórica contra esa maquinaria.
La ley establece que la Autoridad Penitenciaria es responsable de pagar los dispositivos de monitoreo electrónico a las personas sin recursos. Sin embargo, como informó Corriente Alterna, el sistema penitenciario no cuenta con un presupuesto asignado para costear dichos dispositivos. Para acatar la orden del juzgado federal, la autoridad judicial de la Ciudad de México dio la libertad condicionada a Leo, por ahora, sin brazalete electrónico. Mientras le asignan un brazalete, Leo será monitoreado vía telefónica y deberá presentarse a firmar ante un juzgado.
“Me dijeron que no hay en existencia porque no hay presupuesto para pagarlo. Pero que, en cuanto haya presupuesto, se me va a fijar”, explicó Leo.
Aunque desde hace tres años esperaba salir del centro penitenciario, a Leo le tomó por sorpresa su liberación. Esperaba una notificación hasta el martes próximo. Ante la premura, tuvo que llamar a su familia para contarles la noticia. Después de tanto tiempo alejados se reencontró con su madre, su padre y sus hermanos.
Leo pisó de nuevo la calle que no veía desde que cumplió 18 años. Hoy tiene 36 y la ciudad le es desconocida.
“No manches, sentía que todos los carros me atropellaban. El Metro está igual, pero es distinto. Es bien raro porque ya hay muchas cosas que ni conocía”.
En palabras de Leo, planea terminar la carrera, terminar su tesis, y ponerse a trabajar. Y también pretende ayudar a todas las mujeres que dejó allá adentro, esas mujeres privadas de su libertad en el penal de Santa Martha Acatitla.